La vestimenta durante los siglos I a.C. al V d.C. en el Imperio Romano no solo respondía a necesidades funcionales o climáticas, sino que también era reflejo del estatus, la ciudadanía, el oficio e incluso la moralidad del individuo.
Desde las sencillas túnicas de los esclavos hasta las ricas togas de los senadores, cada prenda formaba parte de un lenguaje visual que todos sabían interpretar.

El corazón de la vestimenta: túnicas y mantos
La túnica era la prenda base, fabricada en lino o lana, con mangas cortas o sin ellas, que podía ser sencilla o lujosa, dependiendo del estatus del portador.
Los ciudadanos varones solían llevarla larga, mientras que los soldados y trabajadores llevaban versiones más cortas y funcionales.
En el caso de los esclavos, las túnicas eran cortas y simples. Lo mismo aplicaba a los libertos, que no se consideraban ciudadanos.
Las túnicas femeninas eran también más largas.
Sobre las túnicas, los ciudadanos llevaban togas acorde a su estatus, piezas grandes de tela que se envolvían alrededor del cuerpo y se sujetaban con una faja.
Mientras que las mujeres usaban la stola, una túnica plizada que era más larga y ceñida, y servía como indicador de su condición de casadas.
Sobre estos, los romanos usaban mantos como la paenula (con capucha, usada en clima lluvioso, o principalmente para viajar), el lacerna (más elegante, a veces con broches) o la sagum (manto militar).
También estaba la palla, una capa o chal específicamente para el uso de las mujeres.
Los colores y adornos de la ropa romana también resultaban importantes, e indicaban el estatus social y la ocasión. Por ejemplo, la toga con una franja púrpura (toga praetexta) era usada por senadores y magistrados.

Complementos de las vestimentas militares
Subarmalis y las prendas bajo la armadura
Los soldados del ejército romano utilizaban una prenda acolchada llamada subarmalis bajo su coraza.
Esta pieza servía para amortiguar los golpes y evitar el roce del metal contra la piel. Podía estar confeccionado con múltiples capas de lino o lana, a menudo reforzadas con cuero o incluso placas metálicas integradas en los hombros y torso, esencial tanto para el legionario común como para el centurión, aunque la calidad y decoración variaban.
Cinturones: del cingulum al balteus
Uno de los elementos más emblemáticos del uniforme militar romano era el cinturón, no solo como soporte sino como símbolo de identidad.
El cingulum militare era el cinturón del legionario, ricamente decorado con placas metálicas y remaches. De él colgaban a menudo tiras de cuero reforzadas, llamadas baltea, que protegían el bajo vientre y podían exhibir insignias.
El balteus, en un sentido más general, también se refería al tahalí del que colgaba la espada (gladius), normalmente cruzado al torso o suspendido del hombro izquierdo.
Los cinturones de los centuriones eran aún más ornamentados y a menudo acompañados de faleras, discos de metal con relieves que se usaban tanto como decoración como símbolo de méritos o afiliación.
Otra variante es el tekija, un cinturón originario del área danubiana adoptado por las tropas auxiliares de origen oriental. Estos incluían placas más anchas y hebillas de formas diversas, muchas de las cuales se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de Belgrado o en el de la Romanidad de Nîmes.

Placas, broches y complementos
Las placas de cinturón eran verdaderas obras de arte en miniatura. Muchas tenían decoración geométrica, escenas mitológicas o símbolos militares.
Algunas piezas, conservadas en el Museo Romano-Germánico de Colonia (Köln), Alemania, muestran influencias celtas y germánicas en su iconografía.
Los broches de botón de cebolla eran comunes en el ejército durante el Bajo Imperio, mientras que los de tipo anillo eran típicos del vestuario civil. Ambos permitían fijar la capa o manto al hombro y podían estar hechos de bronce, plata o incluso hierro dorado.
El Museo de Saint-Germain-en-Laye, Francia, conserva una importante colección de ellos.
En el contexto del gladiador, destaca el uso de la rete, una red de combate que no es una prenda de vestir propiamente dicha, pero sí forma parte del equipo corporal y es visualmente identificable.

El pugio, los clips y las bolsas
El pequeño puñal romano, pugio, tenía su sistema de fijación al cinturón mediante clips o ganchos de bronce y hierro.
El Museo de Londres conserva ejemplos donde el soporte para este presenta incrustaciones de plata y diseños zoomorfos.
Los bolsos romanos —como el loculus, usado por los legionarios— servían para llevar objetos personales. En cambio, la bolsa del peregrino era una pieza civil más común en el contexto religioso o de viaje y muchas veces se representaba en esculturas funerarias o mosaicos como símbolo del trayecto vital.

El calzado romano:
entre la funcionalidad y el rango
Los calcei, zapatos cerrados de cuero, eran el calzado típico del ciudadano romano, mientras que las sandalias (soleae) eran más informales y comunes dentro de casa o en contextos calurosos.
Los soldados usaban las famosas caligae, botas de suela gruesa con tachuelas metálicas para el agarre y la resistencia. Muchas de estas se conservan en excelente estado en el Museo de Vindolanda.
Podéis encontrar una gran variedad de productos, ideales para coleccionar o recrear la vida en el antiguo Imperio Romano, en nuestra Tienda Medieval, visitando la colección del enlace.