La moda del Renacimiento (siglo XV al XVII) representó una transformación radical en la indumentaria europea, reflejando los ideales humanistas, el auge de las ciudades y el poder de las cortes, convirtiéndose en símbolo de estatus, identidad y refinamiento, con meticulosa atención a los detalles, materiales y siluetas. Fue una manifestación del poder, clase social y evolución estética de la época

Vestimenta femenina del Renacimiento
La moda de las mujeres nobles
Las mujeres renacentistas de la nobleza buscaban una silueta de reloj de arena, utilizando corsés rígidos que estrechaban la cintura y realzaban el busto. Estos inicialmente se confeccionaban con materiales como el hierro, evolucionando luego a versiones más ligeras con varillas, que proporcionaban soporte y moldeaban el torso femenino. Su uso estaba asociado a la moral y el estatus social, siendo un símbolo de virtud y autocontrol.
Se colocaban sobre la camisa interior, denominada camicia (palabrqa de origen italiano), prenda básica confeccionada en lino o algodón, de manga larga y cuello cerrado. Servía como barrera entre la piel y las prendas exteriores, facilitando la higiene y protegiendo las telas más costosas del sudor.
Arriba se usaba el verdugado, armazones de aros que daban volumen a la prenda y riqueza al conjunto, especialmente en eventos de la corte. Esta estructura interna, se colocaba alrededor de las caderas para dar volumen a las faldas, sin embargo, originalmente se utilizaba para ocultar embarazos y realzar la figura femenina.
Encima se llevaba la gamurra, un vestido largo hasta los pies, de silueta estructurada, con escotes de forma variada según la moda y el estatus social, siendo profundos en la nobleza. Llevaban mangas intercambiables, sujetas al vestido mediante lazos o botones, ajustadas o abullonadas, y confeccionadas en telas que contrastaban con el vestido principal.
Según la estación sus materiales variaban desde lana forrada en piel en invierno a telas más ligeras como seda o lino en verano. Además, la gamurra podía adaptarse para el embarazo o la lactancia mediante aberturas frontales.
Por encima del vestido se colocaba una sobrefalda conocida como saya, a menudo confeccionada en telas lujosas como el terciopelo o la seda, siendo acolchadas para el invierno.
Las prendas estaban bordadas con hilo de oro o plata, incorporando perlas, gemas o detalles metálicos incrustados directamente en estas.
Un accesorio importante eran los cuellos, que evolucionaron desde simples bordes decorados hasta las fastuosas lechuguillas, cuellos plisados y almidonados que alcanzaron tamaños desmesurados y se convirtieron en un signo visible de estatus.
También eran habituales tocados bordados, peinados recogidos con redes doradas, tiaras decorativas, y el uso de perfumes o cosméticos naturales, aunque discretos.
El calzado era una extensión de la indumentaria y un reflejo de la jerarquía social. Las mujeres nobles usaban zapatos de plataforma que elevaban su estatura y protegían sus vestidos del barro de las calles.
Como abrigo usaban grandes capas pesadas, de lana, terciopelo o piel, forradas internamente para conservar el calor. Estas envolvían tanto a nobles como a campesinos.
La moda femenina en la clase trabajadora
Las mujeres de las clases trabajadoras vestían de forma más sencilla y práctica.
Utilizaban chemises de lino o algodón como prenda interior, sobre las cuales se colocaban faldas de lana, delantales y corpiños más flexibles, atados al frente.
A diferencia de las damas nobles, no usaban corset rígido ni petticoats voluminosos, facilitando su movilidad en las labores que debían realizar. Los colores eran más apagados, dominaban los tonos tierra, y los tejidos eran resistentes y económicos. La moda rural Renacentista priorizaba la comodidad, durabilidad de las telas y facilidad de movimiento, aspectos claves en las tareas agrícolas y domésticas.
Los sombreros y tocados, como los griñones, las cofias o pañuelos, variaban según la estación y el tipo de labor desempeñada.

Ropa masculina del Renacimiento
La moda masculina en la nobleza
Los hombres de la nobleza buscaban resaltar su estatus mediante prendas elaboradas y cortes audaces. Usaban una camisa interior similar a la femenina, confeccionada en lino o algodón, de manga larga y cuello cerrado que servía como prenda base sobre la cual se colocaban las demás piezas.
El jubón, que era una chaqueta ajustada al torso, con mangas que podían ser desmontables, muchas veces acolchado en hombros y pecho.
Se combinaba con calzas ceñidas, pantalones ajustados que cubrían desde la cintura hasta los pies. Podían ser de una sola pieza o estar divididos en dos, de colores lisos, patrones a rayas o, al igual que los bombachos ornamentados, con capas decoradas con bordados, pieles o emblemas familiares, se sujetaban al jubón mediante lazos. Eran de seda o terciopelo, enriquecidos con detalles dorados, botones labrados o aplicaciones metálicas.
Los sombreros que muchas veces acompañaba al traje medieval, tenían variedad de estilos, desde boinas hasta sombreros de ala ancha, a menudo adornados con plumas, joyas o bordados. El uso del sombrero era un indicador de estatus.
Usaban guantes de cuero fino. Espadas con empuñaduras ornamentadas y joyas discretas contribuían al porte renacentista masculino.
Incluso el peinado era una declaración de elegancia: cabello largo, bien peinado, perfumado y ocasionalmente rizado con técnicas rudimentarias.
También se utilizaban capas o mantos de gala, confeccionados en telas pesadas como la lana o el terciopelo, pudiendo estar forrados con pieles o hechos en capas dobles con broches ornamentales que, además de abrigar, simbolizaban su rango. Estaban adornados con bordados, reflejando el estatus del portador.
Finalmente muchos calzaban botas altas decoradas, y perfumes masculinos a base de almizcle o flores.
La indumentaria masculina en la clase trabajadora
En las clases trabajadoras, la indumentaria era mucho más funcional. Los hombres llevaban camisas de lino o algodón, calzas, de lana en invierno, y chaquetas sencillas, resistentes y cómodas.
El calzado, muchas veces confeccionado por ellos mismos o artesanos locales, era robusto y diseñado para resistir las tareas del campo.
Predominaban los colores oscuros o neutros, ya que ocultaban mejor la suciedad y eran más fáciles de mantener.
Esta ropa de trabajo del Renacimiento era versátil y centrada en la durabilidad.
Los sombreros eran simples, hechos de fieltro o lana, y solían proteger del sol o la lluvia.
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