La dieta y la alimentación en la Edad Media
La alimentación medieval estuvo estrechamente ligada al contexto social, económico y religioso de la época. A continuación, un recorrido por los principales aspectos de la dieta en Europa occidental entre los siglos V y XV:
Influencia del clima y las estaciones
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Cereales: Representaban la base de la alimentación. El trigo era el más apreciado, pero en zonas más frías o pobres se consumía centeno, cebada y avena en forma de panes, gachas y papillas.
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Frutas y verduras: Se aprovechaban las de estación –manzanas, peras, ciruelas, coles, nabos, puerro, cebolla– y, para el invierno, se secaban o encurtían.
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Diferencias según la clase social
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Alta nobleza y clero rico
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Carnes: Vacuno, cerdo, caza (jabalí, ciervo, liebre). Consumían también aves exóticas (pavo real) y pescados de río y mar.
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Especias y condimentos: Pimienta, clavo, azafrán y canela, importados de Oriente, que otorgaban sabor y servían para “disimular” carnes de conservación dudosa.
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Vinos: De denominaciones reconocidas (Burdeos, Champaña), a veces mezclados con miel y especias para elaborar hipocrás.
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Clero y monjes
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Sujetos a normas de ayuno (por ejemplo, Cuaresma), centraban su dieta en legumbres (habas, guisantes), pescados y hortalizas.
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Campesinado y artesanos
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Gachas y sopas: Base de cereales cocidos con agua o leche.
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Verduras locales: Col, nabo y leguminosas.
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Pescado: Cuando había acceso a ríos; con frecuencia seco o salado.
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Bebidas: Cerveza (agua hervida con cereales fermentados) o hidromiel, de bajo grado alcohólico y rica en calorías.
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Técnicas de conservación
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Salazón y ahumado: Primordiales para carnes y pescados, ya que no existían frigoríficos.
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Secado y encurtido: Frutas y verduras se deshidrataban o sumergían en vinagre o agua salada para su uso durante el invierno.
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Embutidos: El cerdo se aprovechaba al máximo; de él se obtenían jamones, tocino y morcillas.
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Importancia de la religión y el ayuno
La Iglesia Católica establecía numerosos días de abstinencia de carne (miércoles, viernes y la Cuaresma). En esos días, el pescado se convertía en protagonista y se consumían legumbres, hortalizas y lácteos; la práctica del “pan y agua” era común en ayunos estrictos.
Aporte nutricional y carencias frecuentes
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Proteínas: Provenían de carnes (para quienes podían costearlas) y, en gran parte, de legumbres.
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Carbohidratos: Dominantes gracias a cereales y derivados; proveían la energía necesaria para el trabajo físico.
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Vitaminas y minerales: Las legumbres y verduras aportaban vitaminas del grupo B y C, aunque la limitada variedad estacional causaba deficiencias (por ejemplo, escorbuto en viajes largos).
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Lácteos: Quesos de cabra o vaca y mantequilla eran comunes, aunque el sabor podía ser fuerte y a veces indigesto.
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El banquete medieval: espectáculo social
En los grandes banquetes nobiliarios, además de la comida, se cuidaba la presentación:
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Platos ornamentados: Animales enteros, aves rellenadas, jalea de frutas.
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Interludios de música y poesía: El festín era tan cultural como gastronómico.
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Frecuentes excesos: La abundancia podía acarrear problemas digestivos y de salud.
La dieta medieval refleja una sociedad agrícola y jerarquizada, donde el acceso a ciertos alimentos dependía de la posición social y de las limitaciones propias de la época (conservación, transportes, prohibiciones eclesiásticas).
Si bien los pobres se nutrían principalmente de cereales, legumbres y hortalizas, la nobleza disfrutaba de una gastronomía más variada y condimentada. A pesar de las carencias nutricionales (especialmente en climas fríos y durante el invierno), la alimentación medieval sentó las bases de muchas preparaciones tradicionales que aún perduran en la cocina europea. ¡Si te ha gustado, no te pierdas nuestro blog!