¿Por qué el nacimiento de Cristo se celebra el 25 de diciembre y no el 1 de enero?
Es una pregunta que muchos niños pueden hacerse a medida que crecen. Después de todo, esta fecha no tiene ninguna mención o justificación específica a primera vista, algo que probablemente se deba a que no fue establecida desde el inicio y su elección no corresponde a una referencia religiosa propiamente dicha ni a una fecha comprobable históricamente.
Diciembre ha sido anfitrión de muchas celebraciones, desde las nórdicas hasta las romanas, asociándose en su mayoría al solsticio de invierno. En algunos lugares, incluso, se sacrificaban animales debido a la dificultad de alimentarlos durante esta estación y se celebraban festines con ellos.
Para comenzar, aunque muchas tradiciones podrían haber aportado cierto grado de inspiración a aquellas que conocemos hoy día, en este caso centraremos nuestra atención en Roma, donde existían, desde siglos antes de Cristo, las fiestas Saturnales en honor al dios Saturno, deidad asociada a la cosecha y la abundancia, así como al tiempo, relacionado con el titán griego Cronos. Estas fiestas, que comenzaban el 17 de diciembre, debido a su popularidad, se fueron extendiendo con el tiempo de tres a siete días. Durante ellas se promovía la igualdad entre clases, liberando a los esclavos de sus obligaciones y celebrando grandes banquetes en los que todos participaban.
Durante el siglo III, en Roma surgió la celebración del nacimiento del dios Mitra y del Sol Invicto, festividad que se llevaba a cabo el 25 de diciembre y que los romanos llamaban Bruma, en referencia al “día más corto” del año. El día más corto del año es, precisamente, el del solsticio de invierno, que está próximo a esta fecha y marca el momento a partir del cual los días comienzan a alargarse.
No fue hasta el siglo IV, tras convertirse el cristianismo en la religión oficial de Roma, cuando la Iglesia decidió tomar esta fecha, el 25 de diciembre, ya asociada al nacimiento o resurrección de un dios, para celebrar el nacimiento de Cristo. Esto se hizo como una forma de facilitar la conversión religiosa, adoptando esta y otras tradiciones locales y adaptándolas a las creencias cristianas. Así surgió la Navidad, cuyo nombre proviene del latín Nativitas, que significa “nacimiento”.
De este modo, esta fecha se convirtió en una celebración solemne en las iglesias. Sin embargo, fuera de ellas seguía predominando el alcohol y los excesos, lo que llevó a que, para el siglo XVII, llegase a ser mal vista por muchos, e incluso se prohibiera durante un tiempo.
Con todo, su popularidad se extendió por diferentes regiones y, con el tiempo, ambos conceptos se fueron integrando, aunque no sin ciertas dificultades iniciales. Aquellas fiestas se transformaron en los días que hoy conocemos, dedicados a disfrutar de tiempo de calidad con familiares y amigos.
La imagen más representativa de la Navidad llegaría más tarde, con un poema del siglo XIX titulado “La visita de San Nicolás”, que unió varias tradiciones con nuevas ideas para dar lugar a una Navidad más próxima a la actual. Este poema introdujo también la figura, inspirada en dos personalidades históricas y algunas leyendas, de un personaje que reparte obsequios a los “niños buenos” viajando en un trineo volador tirado por renos.
Desde entonces, la familia ha cobrado protagonismo en estas fechas, y la versión navideña inspirada en el poema se fue puliendo hasta convertirse en lo que hoy conocemos, con el añadido posterior de los árboles navideños como parte de la tradición extendida por todo el mundo.